Estábamos sentados a fuera de un café frente al mar, veíamos detenidamente las olas, como se golpeaban unas a otras con tanta fuerza, hablábamos de la vida y sus afanes cuando de pronto, sin darme cuenta estaba yo tan perdida en sus ojos, y es que ¿cómo no mirarlos fijamente? si estaban llenos de luz, una luz que emanaba de lo más profundo de él, no podía dejar de mirarlos, preguntándome si me ocultaban algo o porqué es que me tenían tan envueltos en ellos, no podía dejar de sonreír al verlo, era como si esos ojos solo hubieran estado hechos para que yo los admirara.
Agache la mirada, un poco apenada, mientras en mi mente pasaban un sinfín de cosas, ¿se abra dado cuenta que no entendí nada de lo que hablaba por estar viendo sus ojos?
Llegue a mi casa, entre en mi cuarto, me mire al espejo, vi mis ojos, y esa luz que vi en los de él seguía ahí, ahora en los míos. Ahí me di cuenta que aunque fuera un lugar insignificante o muy elegante, había encontrado a mi cita perfecta, serian esos ojos los que siempre quería ver al hablar, al comer, al ir de viaje, al cantar, al reír, al jugar y al caminar.
Él siempre sería mi cita perfecta.
 
-Jen Jimenez